El verano iba llegando a su fin, pero todavía nos quedaba Valencia. Es como una tradición. Los primeros días tuvimos playa, como de costumbre. Desde el apartamento observábamos a la pareja de cernícalos que cría en una fábrica abandonada frente a la carretera, las gaviotas de Audouin y las cabecinegras volando y buscando comida por la playa. Nuestro primer destino para pajarear era el Marjal del Moro. Allí habíamos quedado con nuestra amiga Ana, a la que conocí en el Racó hace 4 años, cuando aún estaba empezando a enterarme de lo que eran los charranes ;)
Nos despertamos pronto y vamos directos al parking del marjal. Pasamos por el primer observatorio, donde vimos varias malvasías, calamones y gallinetas. Ya se oían los charranes.
Cambiamos de sitio y nos acomodamos en el observatorio del final, donde observamos charrán elegante y porrón osculado hace años. Abundaban la garcilla cangrejera, los zampullines y los charranes patinegros.
Garcilla cangrejeraPor las orillas de las islitas se movían correlimos común y zarapitín, este último lo bimbé en el mismo sitio hace tres años. Hoy estoy nostálgico, lo siento. Por el carrizo revoloteaban buitrones y sobre este pasó fugaz una agachadiza que luego se posó junto a una malvasía.
Correlimos zarapitínCharrán patinegro
Buitrón
Malvasía cabeciblanca y agachadiza
Zampullín chico
Correlimos zarapitín
A lo largo de la mañana aparecían calamones saliendo a darse un paseo fuera del carrizo. Vaya patas que tienen. Como he dicho antes, los zampullines abundaban por el marjal.
Familia de zampullinesGarcilla cangerejera
Calamón
Martín pescador
Detrás del observatorio estaban nuestras amigas las canasteras, casi siempre presentes durante nuestras visitas veraniegas al marjal.
CanasteraCanastera
La hora de comer no tardó en llegar, así que tuvimos que volver a casa. Espero que os haya gustado la entrada, pronto subiré la siguiente,
Saludos,
Rapaz Salvaje